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viernes, 8 de junio de 2012

Un mercado desde 1.306


La constancia mas antigua que poseemos sobre la celebración del mercado del miércoles en l’Alcora, es el otorgamiento por Jaime II de Aragón  a petición de Juan Jiménez de Urrea de la autorización para la celebración de dicho mercado el día 4 de mayo de 1.306, cinco meses después de la concesión de la Carta Puebla.
En un principio el mercado se debió de celebrar en alguna calle o plazuela dentro de lo que era el perímetro comprendido en el interior de la muralla, bien en la plaza de la Iglesia, la plazuela del Patio, la plaza del Carragol o en cualquier de las estrechas calles Mayor, Enmedio o Moros.
Mercado en 1.912
En el siglo XIX tanto Madoz como Mundina hacen referencia a la celebración del mercado en la Plaza llamada de Loreto ya para aquella época ubicada en el centro de la población. Sarthou Carreres en 1.912 la sitúa en la plaza Loreto la que denomina plaza del Mercado, aportando una magnifica foto del mismo.
En los años cincuenta del siglo XX el mercado se seguía celebrando en la plaza Loreto, (actual plaza de España) pasando con posterioridad a la plaza de San Roque, antes de ser trasladado a su actual ubicación en la calles General Federico Michavila Pallarés y adyacentes, en la parte de pueblo conocida popularmente como “le Eres”.
El Mercado sobre en década 1980
Foto cedida por Peter Bollschweiler
Detalle del mercado en 2.012
Debido a mis obligaciones laborales no había recorrido al mercado desde mi infancia cuando se celebraba en la plaza Loreto, hasta que me jubilé en el año 2.008. En un principio casi fui forzado por la petición de mi esposa para que le ayudara a llevar la compra. Consideraba que era una fragante perdida de tiempo el pasar una o dos horas comprando en la caótica sucesión de puestos de vendedores repartidos por el par de calles que ocupa el mercado, y distribuidos sin ninguna lógica.
Os tengo que confesar que en estos años, me he habituado a recorrer el mercado todos los miércoles, pasando para mí de ser una obligación a ser una diversión.
Poco a poco he ido conociendo la ubicación de los puestos, a los vendedores sus productos y técnicas para conseguir las ventas.
El mercado lugar de encuentro
Lo que primero que me llamo la atención fue la cantidad de productos que se ofrecían en el mercado, desde ropa de una buena calidad, a montones de toda clase de prendas a precios de verdadera ganga, bisutería, bolsos toda clase de zapatos, frutas, verduras , menaje de cocina, especias, dulces, fiambres, jamón ,en fin de todo lo que podamos imaginan.
Tenemos a antiguos agricultores que empezaron vendiendo solo sus productos y que ha evolucionado en comerciantes, esto para dar la imagen de que venden productos de la tierra suelen seguir llevado algún producto producido por ellos mismos.
Los comerciante de siempre con su bien presentados puestos, mostrando su productos como si de establecimientos permanentes se tratara.
Incluso viveristas que venden toda clase de plantas, tanto para jardín como para los huertos a los aficionados a la horticultura.
Los nuevos vendedores musulmanes que los mismo te venden ropa que zapatos o bisutería, expresándose tanto en valenciano, castellano o árabe.
Se puede observar toda clase de vendedores, desde los que vociferan sus ofertas, los que mantienen a sus clientes por su paisanaje, los que basan su oferta en la confianza que año tras año han ido creando en los lugareños, en fin toda clase de personas con una sola finalidad, conseguir las suficientes ventas para mantener su negocio.
Puesto de fruta
Desde mis primeras visitas al mercado, me llamo la atención un puesto de salazones, y encurtidos. La impecable colocación de los productos la pulcritud del mantel que como caso excepcional se extendía sobre la mesa, así como en su frontal, y sobre todo el aspecto de la pareja que atendía el puesto, serio, con un delantal blanco impoluto, un gorrito también blanco él, con un delantal con una vuelta de tira bordada ella.
Toda la buena impresión que causa la pulcritud del puesto queda eclipsada por la exquisitez en que son tratados los productos, parece que se los quieren tanto que hasta sienten el desprenderse de ellos, si compras un trozo de bacalao es tratado con tanta suavidad que no parece que estén cortando la pieza sino que la están acariciando, no creo que ningún joyero del mundo sea capaz de colocar en su estuche una preciosa joya con tanta suavidad y delicadeza como este tendero envuelve una sardina salada en un papel.
Cada miércoles el mercado vuelve a l’Alcora, con sus puestos, con sus personas y repito mi paseo observando y disfrutando del caudal de humanidad que por el transcurre.

L’Alcora Junio 2012

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